lunes, 12 de noviembre de 2012

La máscara...

En ese aposento...se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando la hora iba a sonar , de las entrañas de bronce del reloj salía un tañido, claro resonante y profundo y extraordinariamente musical, pero ed un timbre tan particular y potente que de hora en hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir...para escuchar el sonido; y las parejas danzaban cezaban por fuerza, sus evoluciones; durante un momento. en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y mientras aún resonaban los tañidos del reloj, se notaba que los vehementes palidecían y los de mas edad y más sensatos, se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a un confuso ensueño o meditación.

Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas se difundían por la reunión...y sonreían de su nerviosidad...mientras se promentían unos a otros en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta minutos...el reloj daba otra vez la hora y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación de antes.

Más a pesar de esas cosas, la jarana era alegre y magnífica.

E.A. Poe.