Soñé que estaba
cenando en un lugar con vos. Si, ese lugar al que fuimos a ver esa película que
nunca proyectaron, por eso al final comimos.
Bueno, había otras actividades, no sé cuáles eran.
Además había un grupo de chicos, más chicos que nosotros, que carecían de esa
consciencia de consentir más allá del consentimiento de las cosas.
Y el tiempo
se iba, se iba y se iba más allá de donde yo lo pudiera alcanzar para darle un
par de trompadas y pedirle que pare de una vez; así de una vez por todas puedo
deshacer lo hecho y rehacer lo que nunca hice, total, estaba soñando.
El tiempo no
paró y llegó la comida. Olía bastante rara, tan rara que hizo que te perdieras en
la conversación que estaba tan lejos como a dos mesas de distancia, mientras yo
pensaba en aquel recurso literario que tanto te molesta. Si, la remera que
siempre trato de robarle a mi hermana, esa remera que hace que quien me vea,
piense que soy putito, sin que esto
sea un acto racial ni mucho menos.
Estabas re lejos. La panera con grisines marcaba
una frontera casi tan larga, como el camino a la parada del bondi un 6 de Junio
con 4ºC.
Me acordé
del bondi y del viaje que hice en invierno al jardín japonés cuando el día
estaba nublado y feo, tal como lo estaba mi cabeza. Ahí me fumé un pucho cuando
me dijeron que no lo hiciera. Volví a la mesa. Se me infló el pecho. Que osado.
-Postre?¿
Hubiera
estado bueno alertar sobre el temporal de mi cabeza.
Hubiera estado bueno resolver lo irresoluto de lo interdicto de mi ser y no cargar con la cruz de lo no hecho.
Hubiera estado bueno resolver lo irresoluto de lo interdicto de mi ser y no cargar con la cruz de lo no hecho.
El olor del
pucho, que le pone el moño al final del postre, me recuerda que el Lunes tengo que dejar de fumar.
Pasa un
avión. Como buen canario miro el cielo para verlo.
Estiro el
calambre que me vino en la billetera y camino con vos, silbando bajito.
Tengo ganas
de decirte mil cosas que ya te dije sin decir. Tengo ganas de contarte las mil
historias que no son cuentos que alguna vez quisiste escuchar. Día tras día,
trato de levantarme de este sueño que siento que no estoy soñando. Tengo ganas de decirte mil cosas.
-Postre?¿
-No gracias,
prefiero comenzar a cenar.
El ruido del
avión se va lejos mientras el submarino amarillo de mi silbido se cambia por la
cortina musical de un programa de radio.
Tengo ganas
de decirte 1 cosa en lugar de mil. Tengo ganas, ando ganas, en fin.
Besos, bye.