Todos tienen un finado en el ropero. Erguido como un
blandengue o ahorcado con una corbata cansado de esperar. Algunos están
pateando la puerta listos para salir, mientras que otros simplemente están jugando
con bolitas de naftalina, viendo con miedo, a los que tienen la boca tapeada con
cinta, ya que no paran nunca de gritar.
Mi ropero, tu placard, nuestro closet, encierra el encarcelamiento
de la personalidad, norma generalmente básica para ser sinónimo de defunción.
El muerto de Juan Carlos ya no toma. Por que Juan Carlos
no lo deja, ya que cuando lo hace, el peso que genera en sus hombros es tan
brutal, como la sed que mil desiertos pueden llegar a generar.
El muerto de Juan Carlos es garronero. Le tira la puerta
abajo cuando el ya no tienen fuerzas para aguantar. Aparece, hace de las suyas
y se va; dejando una estela de resaca, mil promesas no cumplidas, una nube de
alcohol y unas futuras 90 reuniones de AA para tratar de encerrarlo y tirar la
llave dentro del mar de la conciencia para tratar de hacer las cosas de un modo
más normal.
A Clara le gusta el porro y a su muerto también. Según le
dijo el finado, la marihuana no genera
adicción, pero es tanto lo que se anestesia su conciencia, que el no pensar en
el pensar de las cosas, la absorbe al punto que ya no puede parar. El muerto sale cuando
duele, patea la puerta desmorruga y se queda ahí mirando la ventana mientras la
vida pasa y se va.
El muerto de Gabriela grita por el cariño de aquel padre
ausente. Siempre se tira arriba de los novios llegando al cenit de la alienación.
El muerto de Gabriela se proyecta. El muerto de Gabriela se hace el superado, cada vez que el sexo casual a las 3 de la
mañana se transforma en las ganas
infinitas de recibir un te quiero del corazón. Según dicen, el muerto de
Gabriela tiene forma de cruz y se acomoda en su espalda al caminar.
Hay días que la tormenta del ropero es tal, que las
montañas se desmoronan y el alud de fango nos tapa de tal manera que ni el que
encontró a Wally nos puede llegar a
hallar.
Hoy por suerte duermo tranquilo por qué sé que Clara,
Gabriela y Juan Carlos están en el ropero, pero por suerte me voy a mudar.